No es lo que dices: es lo que los demás creen de ti

Todos podemos contar nuestra versión: tenemos biografías editables, publicaciones cuidadas, discursos bien ensayados. Pero hay una verdad que sigue siendo ineludible: no somos lo que decimos ser, sino lo que otros perciben que somos.Eso es la reputación: una construcción colectiva. No nace de un monólogo, sino del eco que provocamos en los demás. Puedes decir que eres confiable, innovador, honesto, generoso... pero si tus actos contradicen tus palabras, lo que pesa no es tu discurso, sino tu conducta.

La brecha entre el yo que muestro y el yo que perciben

Todos proyectamos una imagen. Elegimos palabras, tonos, gestos, incluso silencios. Pero entre lo que intentamos comunicar y lo que los demás reciben, siempre hay un margen de interpretación. Y ese margen lo llena la experiencia, el contexto, los valores del otro y, sobre todo, la historia que hemos ido dejando atrás.

Por eso es tan importante la coherencia. Porque la reputación no se trata de convencer con argumentos, sino de construir confianza con hechos repetidos. Es ahí donde muchas marcas, líderes y figuras públicas fallan: creen que pueden maquillar la percepción con narrativa, sin cuidar la experiencia que están generando.

Lo que tú crees no pesa más que lo que los demás sienten

Pensemos en el caso de Uber, por ejemplo. Durante mucho tiempo, la empresa promovía un mensaje de innovación, eficiencia y libertad de movilidad. Pero detrás de esa narrativa, salieron a la luz denuncias sobre acoso, explotación laboral y malas prácticas internas. ¿El resultado? Una grieta profunda entre lo que la marca decía de sí misma y lo que el público comenzó a creer. La reputación cayó, porque el relato no se sostenía en la realidad.

En cambio, marcas como Patagonia han hecho lo contrario: han construido su reputación más desde el hacer que desde el decir. No necesitan repetir que son sostenibles; sus acciones lo demuestran. Y eso es lo que las vuelve confiables.

En el plano personal también ocurre. Hay personas que se llenan de títulos y logros, pero que no logran inspirar respeto. Y otras que, sin mucho ruido, se han ganado una reputación intachable, simplemente por cómo actúan en lo cotidiano. No es lo que dicen, es lo que provocan.

Cuando entiendes esto, empiezas a actuar distinto

La clave para cuidar la reputación está en entender que no tienes el control total de ella, pero sí puedes influir en cómo se construye. Cada interacción, cada gesto, cada mensaje suma o resta. Lo que tú dices es solo una parte. Lo que haces, y cómo lo haces, es lo que termina de armar el rompecabezas que otros observan.

Y eso aplica para una persona, una empresa, una organización o un líder. Lo que digas de ti solo tiene sentido si coincide con lo que otros viven contigo. De lo contrario, el ruido de la incoherencia siempre será más fuerte que cualquier eslogan.

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